Cuando Grok mató a Krok, el miedo le
regaló una corona, y el amor de este, se la entregó a su hijo.
La envidia fabricó más en otros
lugares y el anhelo de poseerla, se valió del asesinato y la traición para
obtenerla.
Un ciclo que acabó cuando el
sentimiento de injusticia nubló las mentes más sabias. Se agruparon
y repartieron la corona entre todos, pero solo ellos podían tocarla.
Conocedores de los motivos que
provocaron el fracaso de los anteriores dueños, ofrecieron la
esperanza de que todos eran dueños de ella, aunque no la tocaran.
Cuando el engaño empezó a
desaparecer, crearon un largo camino, tortuoso y con muchas
condiciones, para aquel que desease sujetarla entre sus manos.
Unos pocos, conscientes de la gran
mentira que rodeaba a la corona, emprendieron el difícil viaje hacia
ella, con la promesa de que una vez en sus manos, la repartiría
entre todos de verdad.
Según avanzaba su travesía, el
viajero que tan convencido había partido, iba desapareciendo
lentamente.
Cuando sujetó entre sus manos la
codiciada corona, ya no quedaba nada de él y su promesa.
Tenía que gratificar a aquellos que le
ayudaron en su difícil empresa, escucharía a aquellos que confiaron
en él, pero solo él la portaría, pues solo él había llegado
hasta ella.
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